12 de enero de 2012

MI SEÑORA


"Caronte tiene sueño, está cansado.
ponedle la moneda hoy al barquero
y ya la llevo yo su barca mía.
...
Ella es muy suya
para querer cruzar con un extraño,
ya la llevo yo,
que conoce mis vicios como suyos
y nunca rinde cuentas".


Sandro Luna.



Vengo echando de menos a mi otra Señora desde hace años, la noche que se fue, dejando unos gajos de naranja sin comer ante un sol naranja desesperante y sosegado. Mi Señora ahora tiene miedo. Le asusta el cazador de vida, le asusta el infinito silencio de la muerte. Aún no quiere esa compañía. Pero sobre todo teme la lejanía. Cegada por la luz de los años, teme, y cree saber que si sale de casa, no volverá. No quiere cruzar con un extraño, entre paredes ajenas, cortinas blancas y metálicos ruidos. Quiere despedirse cerca de sus fotos, de sus recuerdos, de su brasero, en su hoguera, en su hogar. Cegada por la luz de los años, recuerda como ayer sus sueños dulces, la sonrisa de su amor bueno, su teatro de hace setenta años, y conoce a cada nieto por la voz.
Un día, mi Señora, ataste mis zapatos. Aprendí. Mi gratitud, infinita. Por cada gesto, por cada tostada, por cada sonrisa, por cada caricia. Soy aquel niño que te miraba desde abajo, lleno de admiración. Esquivos ojos fijos soy y fui. Tan fijos como la bifidez a la lengua. Y mis recuerdos son y serán mis sonrisas. Tu receta paciente, tus oros, tu lucidez siempre, el olor de tu despensa, y tu infinito "que Dios te lo pague". ¡Qué mayor generosidad que en tus manos?


No temas, mi señora, sabes que un inmortal aliento te espera.
No temas, mi señora, que volveremos a entonar el 'descansa' que te alivie.
No tengas miedo, señora, que recordaremos tu bastón, tu tesoro, tu guiso de pan, tu mantel y tus naranjas.
No tengas miedo, señora, que siempre recordaremos tus helechos inmortales, tu voz rasgada y tus vivos ojos desgastados.
Y lloraremos, sin duda. Y velaremos tres días. Y hasta rezaremos, si quieres.
¿Tú tampoco quieres flores? Hasta rezaremos, si quieres.


No tengas prisa Caronte, que mi señora ya pagó pasaje con hambre y guerra, ricino y niebla, esfuerzo y soledad. No tengas prisa, descuida, que ya la llevo yo, que conoce mis vicios como suyos y nunca rinde cuentas.
No te preocupes, mi Señora, que ya te llevo yo... pero aún no. Cuando tú desees. Cuando tú me digas.



Señora (Miguel H.B.). febrero triste, 2001.


Si un sueño, Señora, debo darte
envuelto de geranios abrazado,
con el alma de los vivos te lo entrego
con el alma de los muertos enseñarte.


Tus olivos, Señora, puro arte
de don Justo en su recuadro enmascarados,
tus manos arrugadas del veneno
que a las venas de la vida le dan sangre.


Sangre tuya, Señora, que recorre
de los pies a mi cabeza todo el cuerpo;
puede el luto obligado de la aurora


a tus siete bocas dar, mas Tú, hambre
del que entrega lo que tiene, fiel ejemplo.
Tu regalo, tu canción, tu Dios... Mi Señora.

1 comentario:

la nueva generación perdida dijo...

Tus palabras son las mejor forma de llorarla y recordarla. Un abrazo fuerte Migue.