12 de noviembre de 2012

La muerte detrás, y la vida por delante.



Ayer he visto un abrazo estremecedor en el tanatorio que me ha retorcido el corazón. La muerte detrás, y la vida por delante. Un cuerpo abierto, una vida ida, y almas desconsoladas, intentando consolarse sin posibilidad de consuelo. Un abrazo con dos cuerpos en colisión, en absoluta sincronía y entrega, largo e intenso hasta el dolor, que ha resonado en todas las almas que hayan podido notarlo. Pocas, temo. Pocas habrán podido sentirlo, aun estando a unos metros de distancia, temo. Un abrazo intercambiando energías, entregando esperanzas, regalando calor y queriendo decir: Somos seres vulnerables, pero la Fortaleza está en el interior. Sólo así puede coserse un corazón roto, entregando ese abrazo que diga… hasta a morir te acompaño… tanto si resucitamos como si no, pero siempre que el cielo se vuelva nuestro esclavo; entregando ese abrazo que diga… la vida es ese cementerio de sueños por el que transcurren nuestros pasos…; entregando ese abrazo que diga… que el miedo a la muerte es el amor por la vida; y que la muerte no ocurre en quien se va, sino en quienes permanecen.
La tristeza se extiende y se desparrama inexorablemente en días así. Más aún en días grises y fríos y oscuros como este. Da igual que intentes pensar que es un bonito día, no puedes engañar a tu propia tristeza, a tu propio espíritu. Mi hermana quiere comerse con sus lágrimas toda la tristeza de M. para aliviar su corazón roto, y mis manos en su espalda intentan apagar ese fuego. Cada persona tiene su razón –mejor o peor– para estar ahí, y su propia tristeza acumulada que en días así, se desborda inopinadamente. Hay quien está por compasión, por empatía, o por compromiso. Hay quien está por poder compartir su propia tristeza con alguien más, por simplemente estar deseando una ocasión para poder charlar con alguien que le preste su oído, o por intentar aliviar unos ojos ensombrecidos. Hay quien está porque tiene que estar, hay quien está pero no quiere, hay quien quiere estar y no puede. Hay quien querría ser el fallecido… y se cambiaría por él sin dudarlo, y esto puede ser por dos razones: sacrificio o envidia; entiéndame quien pueda. Y yo… sólo quiero dar cobijo y tender mi mano a F., si es que eso sirve para algo. Unas manos, un cobijo que yo mismo he encontrado alguna vez, en días así.    
La noche ha sido larga y rotunda, claro. Pareció decir “aquí estoy yo”. Y el despertar ha sido triste, claro. Pareció decir “zúrcete esa cicatriz, si puedes”, empapado en sudor frío de fiebre, o en sudor de fiebre fría, o quién sabe qué diablos era aquello. Hoy necesitaba un abrazo mudo, y sólo tengo una guitarra sorda. No puedo imaginar cómo habrán sido la noche y el despertar para ellos, quienes ayer tuvieron la muerte detrás, y la vida por delante.


12 XI 12 - Para F.B.P. y familia.

No hay comentarios: