4 de octubre de 2016

Se nos recordará por esto


Este es Omran. Se nos recordará por dejar que ocurra. Por cierto, su hermano no sobrevivió.


           Los líderes mundiales se reunían estos días para decidir el futuro de los refugiados –cuando ya han fallecido más de 3500 personas en el mar Mediterráneo ESTE AÑO–. Sin embargo, no se reúnen para resolver el problema. En las cumbres no vinculantes de esta semana pasada se reúnen para acordar que van a posponer las decisiones hasta 2018. A partir de 2018, se reunirán para comentar a ver qué se puede hacer para gestionar la crisis. O no. Por supuesto, no se reúnen para acabar con el problema desde la raíz, resolviendo el conflicto en los países en guerra, porque tienen enormes intereses allí y es mucho lo que se juegan. Aquí hablé ya de los líderes que nos guían, líderes que se guían a sí mismos, líderes expertos en sucias artes de la parásita ambición y el desdén más absoluto. Mientras tanto, siguen y seguirán muriendo miles de personas; pero da igual, sólo son refugiados y tal. 

Son refugiados que sólo quieren poder volver a su tierra. El periodista Miguel A. Rodríguez, trabajador humanitario y responsable de comunicación externa de Cruz Roja Española, es un empedernido que da difusión constante a la situación de los refugiados; escribe con la certeza de quien sabe de lo que habla porque lo ha vivido, y lo cuenta con emotividad y crudeza, dando zarpazos y mimando simultáneamente. Suele decir en su cuenta de Twitter ( @Marodriguez1971 ), que hay que estar muy jodido para meter a tus hijos en una barca de juguete, con un salvavidas de juguete, y lanzarse al mar. Hay que tener la sangre muy fría para escribirle en el brazo a tu propio hijo un número de teléfono. Por si acaso. (Un artículo de Miguel A. Rodríguez de marzo de 2015 nos hace ver que todo sigue igual: Leer aquí. Otras imágenes relacionadas, aquí.
 
Cifras que ya habrán crecido a fecha de hoy. Ya nadie se acuerda de Aylan. Se nos recordará por esto.

Tristemente pienso que se nos recordará por esto.  Se nos recordará igual que se recuerda la 2ª Guerra Mundial… los campos de concentración alemanes, Hiroshima… Me temo que se nos recordará por esto, porque estamos dejando que pase, y nuestra indiferencia es culpable de esto. Vivimos en una guerra global, con un enorme conflicto a escala mundial en el que el escenario puede ser Francia, Siria, Egipto, EE.UU., Yemen, Sudán, España… Y es “global” también en otro sentido: en el sentido de que todo vale: Los bombardeos sistemáticos a hospitales, los asesinatos de voluntarios, cooperantes y trabajadores humanitarios… se están saltando todas las leyes de la guerra y la idílica Convención de Ginebra; ocurren tantas atrocidades que es difícil de asimilar.

Se nos recordará por no hacer nada. Por mantenernos en nuestra cómoda indiferencia. Por aparentar ignorancia por aquello de que “lo que no se sabe no ocurre”. Se nos recordará porque dejamos que se echasen al mar y se los tragase la oscuridad del Mediterráneo.
           
                    ¡Échate al mar, inmigrante! 
                    ¡Échate al mar perforando las noches! 
                    ¿Por qué conformarse con la vida... 
                     cuando tienes toda una muerte por delante? 
                                (Extraído de la rapsodia teatral El Regreso de Beethoven).


          Las primeras noticias de la semana pasada decían que han atacado un convoy humanitario de la ONU. La ONU es una entidad anacrónica e incapaz que intenta sobrevivir sin ninguna fuerza real para resolver problemas, y que sin embargo ayuda como puede a través de convoys, cascos azules, etc. El ataque a este convoy no ha sido una bala perdida, ha sido un bombardeo que ha destruido 18 de los 31 camiones que llevaba alimentos a los 78000 habitantes de Big Orem, en Alepo (Siria). Un artículo de El País habla de “el hambre como arma de guerra”, lo cual es absolutamente desolador. Los ataques a hospitales, escuelas y objetivos civiles son prácticas habituales en estas guerras sucias a veces apoyadas o incluso promovidas por los gobiernos de grandes potencias, por los intereses que dichas potencias tienen en estos territorios. Es decir, por los mismos líderes que nos guían. EE.UU. y Rusia (los mismos líderes que manejan los hilos) organizan y conceden a su antojo una escasa tregua que ya se desvanece en el Mediterráneo junto a los miles de muertos, sumiéndoles en una espiral de la muerte de la que es imposible escapar.

Ese es el destino que aguarda a muchos de los que lo dejan todo y se adentran en el mar y, además, es imposible saber si es peor irse o quedarse. En una ciudad de millones de habitantes como Alepo, ya apenas quedan 250.000 habitantes. Habitantes… o más bien supervivientes, teniendo en cuenta que Siria cuenta ya más de 250.000 muertos. Si te vas, te enfrentas al peligro de salir del país, a la gelidez de las fronteras y a la fuerza de un Mediterráneo sin escrúpulos. Si te quedas, tendrás que vivir entre los escombros, sin agua, luchando por la vida de tus hijos, si es que siguen vivos, sabiendo que no quedan escuelas, ni apenas hospitales (Concretamente, en Alepo quedan 6 hospitales de los 21 que había). Corrijo: Eran 6 cuando comencé este artículo. Ya sólo quedan 5 hospitales en Alepo. Quedan 30 médicos en Alepo.  

Se nos recordará por esto.


 



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